‘Sin límites’: Seso, drogas y Nueva York

Trainspotting, Requiem por un sueño y A Scanner Darkly te dejaron muy claro que las drogas sólo llevan a rodearse de malas compañías y destruyen, mental y físicamente. Pero la última película de Neil Burger convierte la historia de un yonqui de diseño en un libro New Age ilustrado. Autoayuda, superación personal y aprovechamiento de toda la capacidad cerebral. Esa es la magia del NZT.

Una impresionante campaña viral enmascarada en carteles en el metro y un spot televisivo. De esta forma comenzaba a darse a conocer al mundo en diciembre del año pasado la sustancia ficticia NZT, verdadera protagonista de la película ‘Sin límites’ (Limitless). Con las misivas de “Desbloquea tu potencial”, o “La píldora clarificadora” se iniciaba un teatrillo de teletienda que no era más que un falso gancho.

“¿Será una pastilla para sobrellevar un buen ‘resacón en Las Vegas’?” Se preguntó más de uno al ver a Bradley Cooper como imagen del producto. La cara del que también fue ‘caradura’ del remake fílmico del Equipo A no engañó a todos. Los que se habían leído el libro de Alan Glynn “The Dark Fields” pudieron tener una ligera idea de lo que se les estaba intentando vender. Claro, que en la novela el nombre original de la medicina era MDT-48 y el protagonista, en lugar de Eddie Morra, se llamaba Eddie Spinola.

Morra es un escritor sumido en crisis creativa y con una personalidad y vida bastante desastrosa. Lo que se podría denominar como una “presa fácil”, para el mundo de las drogas, tanto por su necesidad de recibir un estímulo para crear como por la de ”salirse” de su propio yo para abrazar una personalidad artificial. Un encuentro fortuito con su ex cuñado camello será lo que haga que la droga entre su vida como una brizna de aire fresco.

Y es que una vez que el NZT se prueba es difícil abandonar. Su mayor poder es que no sólo produce un solo efecto beneficioso en el sujeto, sino muchos de forma simultánea. Lucidez mental plena, autoconfianza, sensación de bienestar, extensión de la percepción, aumento de las capacidades intelectuales y físicas… todos, multiplicados por diez. Los yonkis de la sustancia lo empiezan a ser porque quieren que aquello en lo que les convierte esta droga de diseño perdure para siempre, no les abandone tras consumirse cada dosis. Pero el NZT, como cualquier droga, también tiene sus efectos nocivos. Y no es sólo el de volver a sumergir a sus consumidores en la mediocridad. Las contraindicaciones se comprobarán ya avanzada la cinta.

“¡Pero me dijiste que era legal!”, le comenta el protagonista al hermano de su ex en un momento de la película (la segunda vez que se encuentran en el filme, tras probar por primera vez el NZT). Con esta frase de Morra se pone de manifiesto la doble moral que supone que el consumo de algunos compuestos se autorice e incluso se pueda llegar a recomendar (o a promocionar) y otros se intenten teñir de un tinte maligno y marginal.

“¿La droga es mala? ¿Es que te hace algo? ¿Te muerde? ¿Te pega? ¿Te araña? ¿Te salta y te muerde en los huevecillos? ¡Que va a ser mala! ¡Los malos son estos!” Torrente se refiere con el pronombre demostrativo a los toxicómanos, pero su frase bien podría aplicarse a los narcos, a las industrias farmacéuticas y a los propios gobiernos, los que realmente sacan una buena tajada de la adicción de otros a ciertos componentes. Esos que también venden una vacuna para una pandemia inventada a precio de oro o deciden no comercializar otra para una enfermedad real y mortífera. Esta es una de las ideas que subyace de en Sin límites.

Algo tiene esta película que “engancha”. Quizá sea el subidón técnico del principio, con una panorámica vertical de un rascacielos seguida por un zoom interminable hacia las profundidades de la calle e hilado con infinitos encadenados de zooms a fotos con altísima resolución. El “viaje” de megapíxeles por el interior de las calles de NY resulta bastante adictivo para cualquiera que ha tenido la oportunidad de visitar Manhattan y se haya quedado prendado por sus cientos de corceles amarillos con taxímetro. Este tour por el interior de la gran manzana será sólo un aperitivo del entorno inmersivo de la ciudad que se podrá disfrutar durante toda la película.O puede que se trate de la forma en que transmiten algunas sensaciones del protagonista mediante los efectos especiales. Sus lúcidos colocones, por ejemplo, pueden ser identificados por el espectador gracias a una fotografía más contrastada, luminosa y saturada. Por otro lado, esos momentos en los que Morra es consciente de sí mismo desde fuera se muestran con varios de sus “yos” activos durante la misma acción en profundidad de campo, un recurso que aunque sorprende al principio quizá se acabe repitiendo demasiado a lo largo de la película. En definitiva, lo bueno es que el apartado sfx está presente para adornar y mejorar la historia y no –como ocurre en muchas películas hollywoodienses- al revés. Dos muestras manifiestas de esto son la “lluvia de letras” y los valores de bolsa que aparecen en el techo de la habitación.

Así lo cuenta el propio director, Neil Burger, según recoge Cine y Letras: “Tenemos una estética concreta para mostrar al Eddie de siempre y otra cuando le va haciendo efecto la droga, una tercera cuando está colocado y otra más cuando no lo está. Cada fase cuenta con una paleta de colores, unos movimientos de cámara, un concepto de diseño y un estilo de actuar diferentes. Quería que el público sintiera lo mismo que él, que le acompañara, todo el rato. Los efectos visuales eran otro elemento ¿Cómo procesa la información cuando está colocado? ¿Cómo lo mostramos de manera que el público entienda como trabaja su mente sobrealimentada?”

En esta historia in media res el bueno de Bradley Cooper pasa por tres fases. Comienza siendo un cuasi Murdock que renace de sus cenizas como Fénix para acabar convirtiéndose en un “me encanta que los planes salgan bien” Hannibal Smith. Escritor fracasado, inversor y broker de renombre y finalmente, político prometedor. Tres papeles en los que Cooper no sólo cambia de apariencia física sino de registro, con total credibilidad. Pese a las prácticas moralmente dudosas que en ocasiones pueda llevar a cabo cualquiera de las encarnaciones de Morra, el actor consigue que el protagonista nos consiga resultar bastante simpático. Es un yonki, sí, pero también alguien que ha conseguido sacar todo el partido a su magnetismo personal y superarse a sí mismo. En definitiva, es la muestra palpable del hombre que se convierte en ese superhombre de Nietzsche, aunque NZT mediante.

Por su parte, Robert de Niro cumple perfectamente con su papel de pez gordo capitalista. No es la mejor interpretación de su carrera, pero tampoco lo requiere porque el personaje perdonavidas de Carl van Loon parece que se haya escrito para él, para sus muecas. En este caso de Niro es sólo un secundario que queda eclipsado por las buenas artes de Cooper, quien ve su trayectoria cinematográfica justamente consolidada con esta cinta.

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