NY XL

La ciudad de la velocidad, en la que todo se consume en un abrir y cerrar de ojos. Urbe fast-food con carne de cañón y perritos de tres mordiscos, trenes que por exprés se saltan estaciones, luces fluorescentes con mensajes compulsivos, semáforos de diez pasos que olvidaron el ámbar. Corazones que al igual que se encienden, se apagan. 

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Sólo los locos tienen el privilegio de ir despacio, quedarse quietos, de no dejarse arrastrar por la corriente. Hay uno en cada esquina. En la quinta con la 43, en Broadway con la 96. Están esos que te dedican insultos inteligibles y beben de botellas envueltas en bolsas de papel, pero los más peligrosos son los que caminan cabizbajos y con el pecho quebrado. No te lo dirán, pero piensan en Annie, Hanna o sus hermanas.

Sólo en este marco postmoderno los brochazos de sabor se dan fuera del lienzo. Pinceladas mexicanas, vietnamitas, chinas, veganas, indias, italianas. Tonos curry, frijol y tofu, difícil de combinar con óleo, mejor con pastel. O puedes quedarte en los límites del acogedor clasicismo. Hay sopa de tomate para todos, para desayunar, comer y cenar. No hay cuchara, Neo.

La ciudad siempre susurra … ruido sordo. Pero si en la oscuridad abres bien los oídos y te adentras en su rumor descubrirás en las frecuencias bajas que sus palabras son amables, armónicas y acompañantes. Hablan el idioma del piano, del saxo, la guitarra. Tu piedra de Rosetta es una buena cerveza. Rubia. O tostada. Y ahora que entiendes mi dialecto, dale voz a esa juke box. Puedes poner lo que quieras. Yo lo hice a mi manera.

new york leadEn la isla que se mueve en el espacio y el tiempo hay un bosque de cristal, fieras que llevan maletín y náufragos que nadan a la deriva por mares rectos. Miles de corceles amarillos con contador. Faros que sólo reflejan luz y, a su sombra, no pocos vigías con pistola. Templos que siguen siendo sagrados hasta que alguien diga lo contrario. Humo blanco intraterreno que asoma. Peces con los ojos rasgados. Acantilados de hormigón. Y Otros. ¿Nativos? Menos.

La Gran Manzana no es roja, ni reineta, es verde por aquella señora francesa que siempre pregunta en clase, por un pulmón entre gigantes de acero, por los montones de papeles arrugados que llenan mi cartera. Son “pavos” me dice Parker, el perdedor, y ni siquiera es Acción de Gracias. Son sucios, maleables y endebles, pero cuantos más tienes más vales. Me hacen sentir grande, engrandecer mi trasero, mi coche, mi frigorífico, mi menú, mi muffin de chocolate, mi ego XL.

Llego tarde. Pero aún continúa el desfile de gorros, orejeras, botas. Los semáforos siguen siendo jueces de competiciones de patinaje improvisadas, peleas de boxeo con guantes de lana, levantamiento de vaso de café hirviendo, juegos y sets de abrazos rotos. En estas Olimpiadas de Invierno el veredicto del jurado es un smiley en el ticket de compra. Y otro. Y otro.

En más de mil veces apareciste en mis sueños, te dejaste ver en 16:9, te colaste entre las viñetas de mis comic-books. Te escapabas por escaleras de emergencia, eras escurridiza. Pero ahora, Nueva York, por fin te he atrapado: Álbum de fotos al completo en Flickr (imprescindible para comprender el texto).

3 comentarios

  1. Parece que los ecos de las moles de hormigón han ahogado los payochistes y han dado a luz una prosa poética digna de un nuevo nombre propio. ¿Payética acaso? Vayan mis felicitaciones, no obstante, a las luces de neón que iluminan los áticos de kekorto.
    He notado que nos falta una aportación audiovisual por aquí. ¿Puedo recomendar esta?
    http://www.youtube.com/watch?v=_RC0DdrHbGg

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