Tron Legacy: Padre, hijo y avatar santo

La secuela de la mítica película de Disney, con un Jeff Bridges por duplicado, gana en espectacularidad, pero pierde esa magia y ese tinte de filme adelantado a su tiempo que tenía el Tron original ¿Te has puesto ya tu uniforme de cuero LED para conducir a velocidades endiabladas por las autopistas de la información?

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Desde que el equipo de pre-producción se puso manos a la obra hubo algo que quedó claro: en esta segunda entrega el mundo virtual de Tron tenía que resultar más palpable, carnal, real. Los polígonos flotantes, los dibujos animados y los fotogramas coloreados fueron todo un bombazo en los ochenta pero ya no tienen cabida en este 2010. Era un cambio esperado y necesario que entusiasmará tanto a los nuevos espectadores como a aquellos que atesoran la primera película como un recuerdo más de su tierna infancia.

Sin embargo, el visionado ha perdido ese toque mágico y místico que su predecesora poseía. Visualmente Tron Legacy no deja de ser una especie de Matrix Reloaded+Speed Racer+X Men con un diseño de producción y una fotografía que rozan la excelencia. El aspecto completamente oscuro del mundo digital, pero con toques fluorescentes -todo un reto para cualquier director de fotografía- es sencillamente impresionante. Además, el hecho de que se hayan uniformizado los colores para representar el bien o el mal/ la revolución o el orden establecido (azul para los primeros y naranja para los segundos) favorece mucho la comprensión visual.

tronoriginalLos atuendos de los personajes se han actualizado y mejorado sustancialmente (sólo hay que echar un vistazo a los discos de identidad), pero quizá hayan perdido ese tamiz de extrañeza que les aportó Moebius en el filme de 1982. Lamentablemente, en los últimos diez años no han sido una ni dos las películas que se han gastado más presupuesto en kevlar, cuero y plasticucho que en buenos guiones y buenos actores.

Afortunadamente Tron Legacy, no adolece de lo segundo. Y es que Jeff Bridges es mucho Jeff Bridges, aunque en esta ocasión hayan relegado su personaje de geek golferas a una especie de ermitaño pacifista que bien podría ser un Kevin Flynn más sabio y comedido o `el Nota´ del Gran Lebovsky digievolucionado (con bata retroiluminada por LEDs). Bridges, con algún destello de genialidad en la cinta (menos que en Tron) ha trabajado en esta película el doble, porque ha tenido que poner los gestos y las muecas a su encarnación joven y de silicio en un dificultoso proceso digital ya usado para películas como EL Señor de los Anillos (Gollum).

De Garret Hedlund –Sam Flynn- poco hay que decir. El antiguo amigo de Eragon es todo lo que se le pide -hijo abnegado y héroe molón– sin tener tampoco una interpretación excesivamente destacada. Y cuando piensas que nadie habría conseguido que Olivia Wilde estuviera más guapa, alguien le pone una peluca de morena interesante y ¡voilá! Ahora es cuando entiendes porqué la belleza de esta moza convertida en ISO siempre te pareció irreal.

Tratándose de la secuela de una película cuyo principal atractivo fueron los efectos especiales y las novedosas técnicas usadas, era de esperar que el argumento de esta segunda Tron siguiera la herencia de su predecesora y no profundizara mucho en las subtramas. El guión es aceptable, pero podría haber dado mucho más de sí en muchos sentidos.

La relación entre hijo-padre-hijo digital se toca, pero muy ligeramente. Las emociones sí se aprecian entre los dos Flynn e incluso puede verse cierto resentimiento de Clu con respecto a su creador, pero a esta trinidad le falta -sin que sirva de precedente- un poco de culebrón o una pizca de programa de cutre-corazón de Telecinco ¿Por qué no hacer que Clu esté superceloso de su “hermano”? ¿Por qué no mostrar al todopoderoso Flynn padre con cierta añoranza de su lado juvenil, encarnado por su programa avatar? Yendo incluso más allá…habría puesto las cosas realmente interesantes que un Kevin deprimido y algo enajenado por la muerte su esposa en los ochenta hubiera creado un programa a imagen y semejanza de ella en el mundo virtual.

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Hay otros dos aspectos poco pulidos a los que se podría haber sacado mucho partido: el religioso y el tecnológico. Por su poder hacedor y libertador de la primera Tron, Kevin Flynn debería ser considerado por los programas de dentro del sistema (“The Grid) una especie de Dios, pero pocas veneraciones se lleva el programador, a quien se ve más como alguien de parte de los usuarios (considerados enemigos que luchan contra las máquinas nativas en el mundo de los videojuegos).

Cuando la película original se estrenó en 1982 la informática estaba aún en pañales y al margen de algunos juegos y programas básicos, este mundo resultaba bastante abstracto para los usuarios domésticos. Tron fue agorera y pionera en tratar algunos conceptos que ahora son comunes en las autopistas de la información. Y Tron Legacy, estrenada en plena era de los tablets, Internet móvil y las redes sociales, debería haber ahondado en muchos de los avances tecnológicos que han surgido en estos treinta años. Pocos menciones hay además de haberse dejado de hablar de “la Parrilla” para referirse a “la Red”.

Curiosamente, las escasas alusiones a la actualidad TIC que hay en la película se dan más en el mundo real que en el virtual. La reunión del consejo de administración de ENCOM al principio del filme para lanzar su nuevo sistema operativo, ENCOM OS 12, bien recuerda a la de una de cualquier gran empresa creadora de software de Silicon Valley de hoy en día. Hasta se da una pequeña lucha dialéctica entre los partidarios de los sistemas propietarios y cerrados y los abiertos y libres y hay un hacker que revienta el producto al poco de que éste se introduzca ¿Habré sido el único espectador que ha sustituido mentalmente el vídeo del perro por uno de Rick Astley?

dumontttronPor último, en esta secuela he echado de menos –y creo que no he sido el único- alguna mención, cameo o intervención estelar de personajes digitales que fueron decisorios en la primer entrega, como Yori o Dumont. De acuerdo en que no serían tan cool como los actuales embutidos en cuero y neón, pero sí habrían resultado muy interesantes. Os adelanto que el personaje que da nombre a la saga –ese Tron que “lucha por los usuarios”- sí aparece, pero en ningún momento se le ve la cara. El malo maloso Dilinger sí tiene en Tron Legacy representación. En el consejo de ENCOM  nos encontramos a su hijo, un joven anti software libre y gratuito que por sus pintas y maneras bien podría trabajar en Apple. Pese a o que pueda pensarse en un principio su relevancia va ser nula en este argumento de “legados”.

Tampoco os esperéis ningún beso, escena tórrida, ni trama en el filme que pueda aludir al sexo. Impensable para esta Disney cada vez más mojigata incluir algo parecido a esa especie de trío emocional de Alan (interpretado 28 años después por el mismo Bruce Boxleitner), Lora y Kevin y, por ende, sus avatares.

Pese a estas carencias -que no caricias-, Tron Legacy tiene todas las de convertirse en un taquillazo estas Navidades, no como su antecesora, que sólo consiguió un éxito relativo con el paso de los años al transformarse en película de culto por el boca a boca y los alquileres de videoclub. En su primer fin de semana en las carteleras estadounidenses ya ha conseguido recaudar casi 44 millones de dólares.

Más información en:

El Trivia del universo Tron

– La pagina del hombre orondo conocido como «Tron Guy»

1 comentario

  1. Se ha criticado de Tron Legacy tiene una trama totalmente absurda. Así es en el 2010. Obviamente ya no tiene sentido el pensar que todos los aparatos eléctricos estén interconectados en una especie de universo paralelo con sus montañas y valles, oscuros, oscuros valles. Hoy Internet existe y todos tenemos una idea de cómo es que no es esa. Pero Tron Legacy no hace más que dar sentido a su título y mantener intactos los postulados de Tron, que nos parecieron creíbles en los 80, pero que, si la vemos ahora, parecen irrisorios. Todo el que ha criticado la secuela por absurda es porque hace más de 20 años que no ve la original. Por tanto es mejor intentar volver a ser un crío y disfrutar de la película. Entonces nos daremos cuenta de que nos gusta tanto como nos gustó en aquel momento.

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