Jugando a las películas

Meter una llave bajo el felpudo de la puerta trasera. Creí que era una invención de las películas hasta que un buen día descubrí a mi madre haciéndolo.

No es la primera vez que me sirvo del secreto del felpudo para entrar en el domicilio de mis padres lo confieso, pero esta vez no iba acompañado de ninguna desvergonzada muchacha. “¡Joder qué desorden!” – es lo primero que exclamo cuando cruzo la puerta. Se ve que el viejo no ha limpiado mucho desde que mamá se fue.

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Lo primero que hago es dirigirme a la cocina esperando encontrar una ‘Bud’ bien fría. Rezo por que así sea y afortunadamente el Señor escucha y provee. ‘Amén’. Después, con la valentía propia que te insufla el alcohol, me atrevo a entrar al desván. Desde pequeño me aterraba entrar en aquella habitación. Las malditas películas lo habían convertido en un lugar aterrador a pesar de ser sólo un cuartucho lleno de cajas y polvo.

Cajas llenas de recuerdos, fotos color sepia, guantes y bates de béisbol e incluso una oxidada bicicleta estática. Todo muy bien amontonado. Al fondo de la sala, una vieja funda de guitarra cubierta de polvo destaca sobre todo lo demás: “a ti es a quién he venido a buscar”.

Abro con mucho cuidado pero es inútil, la cremallera salta por los aires al instante. Dejo la sutileza a un lado y rasgo la funda, que cede con gran facilidad. Ahí está, casi reluciente, la estupenda Gibson firmada por el ahora imitador de Chuck. Es imposible resistirse y caigo en la tentación.

Improviso los primeros acordes de ‘Johnny B. Goode’ y por un momento creo ser Chuck Berry tocando en el Blueberry Hill de Saint Louise. Son los años 70. Pero pronto me doy cuenta de que soy un mal imitador de Marty McFly en ‘Regreso al Futuro’ y que esta guitarra desafinada suena como si castrasen a una piara de cerdos con una motosierra. Es cierto, estoy exagerando. Gracias a Dios mi improvisación se ve interrumpida por un sonido que recorre toda la casa.

¡Ding, Dong!

Tiene que ser Julie, así que no pierdo un segundo y acabo el concierto como lo haría el mismísimo Jimmy Hendrix, sólo que me ahorro el paso de prenderle fuego a la guitarra. “¡Kata-krack!” Del interior sale disparada una bolsa de plástico herméticamente cerrada llena de dinero, tal y como me dijo mi padre.

¡Ding, Dong! ¡Ding, Dong!

No me da tiempo a contarlo, así que lo guardo en mi chaqueta confiando en que se note lo menos posible. “Ya va, ¡ya va!”.

— Pasa, estaba en el baño.

— Pues espero que el estruendo que se oía no saliese de ahí.

— Frijoles y cerveza no es la mejor combinación de todas, créeme.

Julie se ha desecho del uniforme y está radiante. Educadamente se acerca a darme un beso y me toca ejecutar la segunda improvisación de la tarde.

— Oye, qué es…

— Podría decirte que me alegro mucho de verte pero los expertos en la materia lo denominan ‘erección’.

Y entonces, como en ‘Regreso al futuro’, volvemos al pasado. Ese pasado donde yo y una desvergonzada señorita retozamos furtivamente en el sillón de mis padres.

WILLIAM WALNUTS, una improvisada historia del Capitán Custom
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Cuándo: de LUNES a VIERNES un capítulo diario
Dónde: http://www.kekorto.es
Me perdí el primero: No pasa nada, puedes leerlo aquí
También el segundo: Ese y el resto puedes buscarlos aquí

30 episodios de cirugía ilegal, envidia familiar y traición sexual a la luz de la Gran Manzana.

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