Y ya van doce ediciones. Aunque cada vez más los pasillos del Pabellón de Convenciones de la Casa de Campo se ven inundados por las nuevas generaciones de manga-adictos aún hay un sitio para los antiguos aficionados a los comics, a.k.a tebeos. Ellos, auténtico “espíritu” del noveno arte, se lanzaron al mundillo de papel sujetos a los designios de sus quiosceros, en soledad, careciendo del omnisciente Internet y sin conocer la autodenominación de “frikis”.
Los ilustradores que comienzan a dar salida a su arte a través de las camisetas se multiplican día a día. Difícil encontrar a uno tan bueno como Glennz. Quizá si has estado en el mercado londinense de Candem o frecuentas tiendas de ropa “alternativa” hayas visto prendas con su sello. Los diseños de este neozelandés son frescos, coloridos, originales y contienen referencias constantes a la cultura popular con un humor muy particular.
Son peludos, achuchables, instructivos y en la mayoría de los casos están animados porque alguien les mete una mano por el recto. Los personajes creados por Jim Henson acaban de convertirse en cuarentones pero siguen haciendo las delicias de los más pequeños en el barrio y fuera de él.
No es el día de los Santos Inocentes, ni tampoco el del fin del mundo, aunque cualquiera lo diría. Ni los mejores analistas comiqueros habrían sido capaces de adivinar que la “Casa de las Ideas” iba a ser adquirida por Walt Disney. Buen momento eligió el Capitán América para cascarla y los skrulls para largarse del planeta ante la que se nos viene encima.
Si este kekorto deseas ojear, tres preguntas deberás contestar: ¿Qué golondrinas pueden cargar con más peso, las europeas o las africanas? ¿Cuál es la onomatopeya de los caballeros que dicen Ñi? ¿Qué lanzan los franceses “de palo” como proyectil en tiempos de guerra? Si te son familiares todas estas cuestiones significa que conoces y veneras a los Monty Python y su primera película, así que… ¡¡Enhorabuena!! porque su espíritu en forma de musical acaba de llegar a los escenarios madrileños.
Demasiados rascacielos, demasiados pirados en mallas y demasiada paranoia. Los hombres X han abandonado su residencia en Nueva York para tomarse unas vacaciones indefinidas en la tolerante y empinada ciudad de San Francisco.
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