Espejito, espejito, ¿quién…?

Veinte latas de frijoles, un cómodo sofá, mucha cerveza, televisión por cable y Jay Leno. Esto es todo lo que una persona necesita para sobrevivir una semana sin salir de casa. Además de esto, y en un ataque de ira, me había permitido el lujo de romper todos los espejos de mi casa. ¿Mala suerte? Me temo que debí romper muchos espejos en mi tercera reencarnación.

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Me aterraba la idea de volver a mirarme al espejo. Sin embargo, a lo largo de la semana había notado como la hinchazón bajaba progresivamente y los picores daban paso a ligeros y ocasionales tirones de piel producto de las cicatrices. Volvía a ser martes y me sentía preparado para seguir adelante con esta locura.

La primera instantánea me llega nada más apagar el televisor. En el reflejo de mi viejo JVC de 24 pulgadas le intuyo. Me asusto y mi corazón se dispara. Entonces revuelvo entre mis cajones en busca de mi pequeño espejo de viaje. Dos minutos más tarde lo sujeto tembloroso en mi mano izquierda. Con la derecha me aparto el pelo de la cara y saludo por fin a William. Hay que reconocerlo, el cabrón del Dr. Baumann ha hecho un buen trabajo.

Una segunda y detallada exploración me permite ver las pequeñas cicatrices. Por suerte, no es nada que la base de maquillaje Skyline de ‘Cosméticos Clownuts’ no pueda solucionar. Maquillaje realmente duradero, los mejores productos del mercado. Cinco botes de muestra en mi despensa. Ventajas de ser quien soy.

A lo largo de la mañana me voy animando y mientras me afeito pienso en ir un poco más allá. No puedo presentarme en el banco de cualquier manera. Necesito un traje y una buena camisa de seda y sé exactamente dónde conseguir ambos a precio de saldo.

Jonathan Morris ha sido nuestro vecino desde que teníamos 3 años. Tenía la increíble capacidad de meternos en líos con la misma facilidad que nos sacaba de ellos. Hoy es el gerente de ventas de la empresa. Gracias a él sé que mi hermano está hoy en Hong Kong en una reunión de negocios. Sin embargo, no creo que a sus vecinos les extrañe que William pase por casa a coger algo de ropa.

— ¿William? ¿Señor Walnuts?… ¡Señor Walnuts!

— Eh, sí, perdone.

— Tiene correo.

— Oh, sí, muchas gracias eh… gracias.

El portero del edificio no nota la diferencia y esa es la mejor de las noticias. Más vale que me vaya acostumbrando al nombre de William si pretendo no levantar sospechas. Una multa de aparcamiento, factura, factura, invitaciones de eventos, publicidad… Me reconforta saber que su correo no es muy distinto al mío.

En uno de sus múltiples enfados, mi hermano juró que cambiaría la cerradura. Hoy me alegro de que se quedase sólo en una intención. Es increíble, la luz del sol hace que este ático parezca el doble de grande y, sin embargo, su vestidor sí es exactamente el doble de grande que mi salón.

La talla ya no representaba ningún problema. En nuestro reciente encuentro había comprobado cómo mis esfuerzos por bajar de peso habían merecido la pena. Teníamos casi la misma masa muscular. Elijo un traje gris marengo con camisa y corbata negras. Me desnudo entonces ansiando el cálido encuentro de mi pecho con la seda natural. En lugar de eso, unas frías y delicadas manos recubren mi torso.

— ¿No deberías estar en Hong Kong, chico malo?

 

WILLIAM WALNUTS, una improvisada historia del Capitán Custom
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Cuándo: de LUNES a VIERNES un capítulo diario
Dónde: http://www.kekorto.es
Me perdí el primero: No pasa nada, puedes leerlo aquí
También el segundo: Ese y el resto puedes buscarlos aquí

30 episodios de cirugía ilegal, envidia familiar y traición sexual a la luz de la Gran Manzana.

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