Un rabino, una dama y una ganzúa

Hace años que no se puede acceder al interior de la Estatua de la Libertad por motivos de seguridad, por lo que nos toca cometer un nuevo delito. Y esta vez no me preocupa que nos detenga la policía, porque esta vez atentamos contra la Seguridad Nacional. Y eso son palabras mayores.

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— ¿Alguna idea, papá?

— Sí, sólo si sabes forzar cerraduras.

— Bueno, he forzado alguna que otra puerta, sí.

— Bien, cuando hemos rodeado la estatua he visto una discreta entrada en la parte de atrás. Hay un vigilante, pero no me costará mucho distraerle.

— ¿Le enseñarás tu estupendo escote o te dejarás caer otra vez?

— Ya me las apañaré, quizá le deje ver mis delicadas e inútiles piernas. Y mientras lo hago, tú te colarás dentro.

— Parece fácil, pero, ¿estás seguro de que no has visto a ningún hombre de McBrian? Es todo muy extraño.

— No, aunque, y ahora no mires, el rabino que tenemos justo detrás no ha dejado de seguirnos desde Battery Park.

Seguimos andando y aprovecho un descuido para fijarme en el susodicho. No hay duda, es la primera vez que le veo, y no entiendo cómo se me pudo pasar un tipo tan pintoresco. A simple vista, no es el típico rabino. Bajo ese largo abrigo negro, se intuye un cuerpo moldeado en el gimnasio que no parece dedicar mucho tiempo a la oración. Huele raro.

— Es el momento, ahora está todo tranquilo. Recuerda, cuando doblemos la esquina tendrás un par de minutos para colarte dentro. Yo te seguiré en cuanto pueda. ¡Cof, Cooofff!

Admiro el esfuerzo sobrehumano que está haciendo mi padre pero me preocupa su estado de salud. Quizá deba arriesgarme y llamar a Julie. O quizá deba sacar mi ganzúa y ponerme a trabajar. No sé cómo lo ha hecho pero el vigilante está acompañando a mi padre hacia alguna parte. Me toca.

Por fin un pequeño golpe de suerte, la puerta está abierta y no necesito jugármela con la ganzúa. Lo primero que me encuentro son unas escaleras que bajan a un nivel inferior. Todo está en silencio y muy mal iluminado pero distingo una puerta con el letrero de ‘Sótano C’. Cuando intento abrirla me doy cuenta de que está cerrada por lo que saco la ganzúa y me pongo a forzarla.

No llevo ni un par de intentos cuando escucho un ligero ruido a mi espalda. En un primer momento creo que es mi padre, pero me doy cuenta demasiado tarde de la imposibilidad que tiene para bajar esas escaleras en su estado. Mi lentitud de reflejos es recompensada con una dolorosa patada rabina. ¡Zas!

No hay mucho espacio pero consigo revolverme y obsequiarle con un par de buenos puñetazos en el estómago marca de la casa. Él tiene los abdominales que a mí siempre me faltarán, por eso cuando él me los devuelve caigo como una roca. No es la primera vez que me peleo y, aunque el dolor es intenso, aprovecho para utilizar todas las artimañas que he aprendido en los pubs irlandeses de esta ciudad. Para ejecutar el cabezazo en los genitales has de estar de rodillas, como yo ahora mismo, y debes endurecer el cuello para no sufrir lesiones. No olvides golpear con la parte de arriba del cráneo, nunca con la frente. Bien ejecutado es tremendamente doloroso y te da unos segundos extra para rematar al tipo con el famoso pateo a lo Joe Montana, terminando siempre con la pierna muy arriba. Cuando el tipo esté indefenso en el suelo, sírvete de un objeto punzante para amenazarle, robarle la cartera o interrogarle, como me dispongo a hacer con mi ganzúa ahora mismo.

— ¿Qué quieres y quién te envía?

Creo que me excedí con la ‘patada Montana’ porque el tipo no puede articular palabra pero, sin embargo, se señala una y otra vez el bolsillo interior del abrigo. Le cacheo y obtengo una nota que responde a mis dos preguntas anteriores:

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— ¡¿William?!

— Estoy aquí abajo, papá.

— ¿Has encontrado a tu hermano?

— Mmm, casi. En realidad ha sido McBrian quién nos ha encontrado a nosotros. Creo que el último cuarto del partido lo jugamos en el Madison.

— Perfecto.

— ¿Por qué?

— Tenemos casi un día entero de tiempo muerto para preparar la ofensiva y el público está de nuestro lado, no se puede pedir más. Ahora sube y salgamos de aquí, queda muy poco para que zarpe el último ferry.

La miro por última vez antes de abandonar Liberty Island y me deja una sensación agridulce. Si me olvido de aquel travesti de Moore’s, es la primera vez que una chica me enseña lo que hay debajo de su falda y no me gusta.

— Papá, he pegado a un rabino.

— ¿Desde cuándo eres antisemita?

WILLIAM WALNUTS, una improvisada historia del Capitán Custom
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Cuándo: de LUNES a VIERNES un capítulo diario
Dónde: http://www.kekorto.es
Me perdí el primero: No pasa nada, puedes leerlo aquí
También el segundo: Ese y el resto puedes buscarlos aquí

30 episodios de cirugía ilegal, envidia familiar y traición sexual a la luz de la Gran Manzana.

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