Así somos los Walnuts

Han pasado un par de semanas desde lo del Madison y todavía estoy intentando encontrar mi sitio. Estoy en una preciosa isla perdida del Pacífico sin nada que hacer y Tom Cruise no para de servirme deliciosos y embriagadores cócteles. Sí, Tom Cruise, como lo oís.

Madison Square Garden, hace dos semanas

Vale, la cosa está así. Quedan apenas un par de minutos para que suene la bocina. Es un tres contra uno y la posesión, de la pistola, es de Trevor McBrian. No me importa la discusión que el tipo mantiene con mi padre sobre deudas pasadas. Trevor me mira de reojo mientras encañona al impedido de los Walnuts y yo no sé muy bien qué hacer. La alternativa A es abalanzarme sobre él para intentar quitarle el arma. Por desgracia, si no soy lo suficientemente rápido, mi padre lo pagará con su vida. La alternativa B es hacer que me encañone a mí y confiar en la rapidez de mi padre para reducir a McBrian. Ni que decir tiene que cualquier error significaría una bala en mi cabeza.

Si hay algo que no falla en el baloncesto es que los partidos así siempre los ganan los grandes jugadores. Tipos con iniciativa, verdaderos campeones. Y el “one man show” de mi familia siempre ha sido mi hermano William. De poco importa que tenga una venda en los ojos y esté atado a una silla porque, guiado por sus sentidos, no dudará un instante en levantarse y sorprender a McBrian con un empujón desestabilizador. Buen tiro, colega. Sin embargo, mi alegría se desvanece cuando el tipo cae sobre el regazo de mi padre y un sonido de disparo recorre todo el auditorio. El sonido del último segundo, la canasta sobre la bocina, el final del partido.

La sangre sobre el parqué indica que la canasta es buena. Y el eco de una voz femenina recorriendo el pabellón pronto nos descubre que es más que buena, es espectacular.

— ¿Estáis todos bien?

Los partidos los ganan los campeones, sí, y la agente Julie Hathaway también está hecha de esa pasta especial. No en vano, es policía de Nueva York.

Hoy, en alguna paradisíaca playa del océano Pacífico…

Julie dio con nosotros gracias al localizador de mi móvil. Actuó sola y de manera impulsiva. Con su rifle de francotirador pudo reducir a McBrian y salvar la situación. Y, tras eso, se sucedieron las explicaciones, los golpes y las disculpas.

Julie me golpeó por haberla dejado inconsciente y fuera de esto, mi hermano lo hizo por haberle robado el rostro y el dinero. Ella confesó haber espiado a William durante su relación, William ocultarle lo de McBrian, Julie el haberse acostado conmigo (lo cual hizo que mi hermano volviese a golpearme), mi hermano me confesó que estaba orgulloso de tenernos a su lado, y yo le confesé a él mi estúpido plan (lo que me valió un nuevo puñetazo),… ¿y mi padre? Mi padre dijo basta a su manera:

— ¡Cofff, cofff! Me muero cabrones, quitadme a este capullo de aquí encima y llevadme al hospital ya…

En algún lugar del soho neoyorkino, hace algunos días…

No soporto el olor de las salas de espera y esta seguía oliendo rematadamente mal. Estoy con mi hermano William esperando a que la maldita enfermera nos llame para tener que verle de nuevo la cara al cabronazo del doctor Baumann.

— ¿Ya te has decidido, Billy?

— Sí, lo tengo claro, voy a ser el puto Tom Cruise, como en la peli aquella de “Cocktail”.

Ahora, en una isla del Pacífico, probablemente entre el trópico de Cáncer y el de Capricornio…

Mi hermano vendió su parte del accionariado de Cosméticos Clownuts y vinimos a esta isla huyendo de todo (y, sobre todo, de la cárcel). Julie nos encubrió y, gracias a eso, pudimos salir del país. Mi padre está atendido las veinticuatro horas por una enfermera mulata que quita el sentido y, aunque no ha mejorado su estado de salud, al menos no ha empeorado. Creo que va a vivir muy bien sus últimos días. Julie fue suspendida de empleo y sueldo por los acontecimientos del Madison y va a venirse a pasar unos días con los Walnuts. Ella y mi hermano lo dejaron y ha dejado de ser mi cuñada para convertirse en la de William. Al tiburón de mi hermano no le importa porque ha montado un chiringuito que va de maravilla y está encantado con su nuevo rostro, ya que tiene como locas a todas las nativas de la isla. En cuanto a mí… Estoy muy feliz de que mi locura haya acabado relativamente bien pero cuando mi hermano me realiza esa inocente pregunta me doy cuenta de lo que realmente me pasa:

— Oye Christoph, dime la verdad, ¿no echas de menos tu antiguo rostro?

Doy un buen sorbo al sabroso cóctel y lo pienso durante un par de segundos. Y entonces, las imágenes y los recuerdos se suceden frenéticos en mi cabeza.

— ¿Qué si echo de menos mi antigua cara? Nah… No William, solo Nueva York. Echo muchísimo de menos esa maldita Gran Manzana…

— Joder, sí. Brindo por ello, hermano.

— ¡Salud!

WILLIAM WALNUTS, una improvisada historia del Capitán Custom
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Cuándo: de LUNES a VIERNES un capítulo diario
Dónde: http://www.kekorto.es
Me perdí el primero: No pasa nada, puedes leerlo aquí
También el segundo: Ese y el resto puedes buscarlos aquí

30 episodios de cirugía ilegal, envidia familiar y traición sexual a la luz de la Gran Manzana.

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