Mi oráculo particular

En la cima del Empire State Building, NY.

Me gusta hacerlo por lo menos una vez al mes. Subo aquí arriba y contemplo pacientemente la ciudad. Busco en cada rincón, hasta donde me alcance la vista, y espero lo que haga falta. En ocasiones, treinta minutos no son suficientes. Llevo mis prismáticos, sí, pero no soy un turista más. Vengo aquí a escuchar. Porque a mí Nueva York me habla.

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Estoy tratando de enfocar la Estatua de la Libertad y no puedo evitar pensar en los últimos acontecimientos. Tanto que por un instante es la misma Julie quien sujeta la antorcha. No podía sacármela de la cabeza y, en los tres últimos días, tampoco de mi cama. Nuestro fortuito encuentro me había proporcionado una estupenda cómplice y una sobresaliente amante.

Ahora todo parece tener sentido. Contaba con información de primera mano y gracias a eso habíamos decidido posponer el plan un par de meses, ya que William esperaba cerrar un importantísimo acuerdo en ese tiempo que le reportaría cuantiosos ingresos a la compañía. Aparte de disponer de toda la información bancaria necesaria para el golpe, tenerla de mi parte me garantizaba un salvoconducto durante ese periodo. Y, gracias a ella, ahora también tenía una copia en miniatura del fondo de armario de William. Es sorprendente lo rápido que se acostumbra uno a los trajes de seda.

Sin embargo, no estoy tranquilo. Todo ha sucedido muy deprisa y las cosas van extrañamente bien. Lo poco que queda de Christoph en mí sabe que eso no es bueno. Mis prismáticos se detienen en la cima del edificio Chrysler, esperando que confirme mis sospechas. “Vamos, dime algo, joder.”

Mientras recorro con la mirada la ribera del río Hudson pienso en qué hacer como William Walnuts los próximos dos meses. Se me ocurren cosas muy divertidas y jugosas, pero casi todas son ilegales. Es una lástima, sí, pero no me conviene levantar mucho revuelo.

Una vez más, es Ella quién me da la respuesta. Y me la susurra con una extraordinaria dicción: “William Walnuts Senior”. Puede que a Christoph no quiera verle ni en pintura, pero seguro que se alegrará de que su hermano le haga una visita. Al fin y al cabo, siempre fue tu hijo predilecto, ¿verdad papá? “Gracias por el soplo, NY”.

Sólo tengo su cara y uno de sus trajes, pero empiezo a hacerme una idea del enorme esfuerzo que implicará ser ‘don perfecto’. Me pongo tenso y una mano en el bolsillo de mi chaqueta no hace que me calme precisamente.

Estoy a más de trescientos metros, rodeado de turistas y el tipo ha sido extraordinariamente rápido. En el tumulto diviso a diez posibles sospechosos, aunque no he podido ver ni su color de pelo. Por suerte, quienquiera que fuese, ha dejado una nota. En un papel amarillo, con letra mecanografiada figura el siguiente mensaje:

‘Mañana en el restaurante Calabrese, a las 13:00 pm. Degustaremos fetuccini con gamberi e formaggi, la especialidad de la casa. No olvides la corbata pero sobre todo no te olvides de llevar mi puto dinero. No más fallos, William.’

No hay firma y huele a problemas. Todo se silencia por un instante. Nueva York me habla, sí. Joder William, ¿en qué andas metido?

WILLIAM WALNUTS, una improvisada historia del Capitán Custom
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Cuándo: de LUNES a VIERNES un capítulo diario
Dónde: http://www.kekorto.es
Me perdí el primero: No pasa nada, puedes leerlo aquí
También el segundo: Ese y el resto puedes buscarlos aquí

30 episodios de cirugía ilegal, envidia familiar y traición sexual a la luz de la Gran Manzana.

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